Si no tienes milanesas ya aplanadas, coloca 1 pechuga de pollo a la vez entre dos láminas de papel encerado o plástico y aplana la carne con un aplanador de carne, sartén o rodillo. En un recipiente mediano-grande, bate los huevos y la leche. En otro recipiente, mezcla el panko, las semillas de amaranto y la sal.
Pasa cada pechuga por el huevo y luego por el panko por ambos lados para cubrirla completamente. Aparta las pechugas ya empanizadas. Si las vas a preparar después, las puedes poner entre papel encerado o plástico y en una bolsa de plástico para envolverlas completamente y refrigerarlas o congelarlas.
Pon suficiente aceite para tener como 1/2 cm de espesor en un sartén grande. Calienta el aceite a fuego medio de 2 a 3 minutos, hasta que esté caliente pero no salga humo. Pon las pechugas de una en una o dos en dos en el aceite, sin encimarlas. Si las orillas del pollo no burbujean, sube el fuego a medio-alto. No muevas las pechugas en el sartén para que no se suelte el amaranto. Fríe de 2 a 3 minutos de un lado, voltea el pollo y repite del otro lado hasta que esté completamente cocido y crujiente. Cuando el segundo lado esté bien dorado, saca las pechugas del sartén y ponlas en un plato cubierto de servilletas de papel o en una rejilla para para escurrir el aceite. Fríe todas las pechugas, añadiendo más aceite al sartén si es necesario.
Si no vas a servir las pechugas inmediatamente, ponlas en un refractario y mantenlas calientes en el horno a 120°C. Sírvelas con la salsa.