Afortunadamente, la jícama ya se encuentra con facilidad fuera de México. Se conoce también como camote o nabo mexicano, y es un tubérculo. Pero son más que eso en cuanto a sabor, textura y usos en la cocina.
Hasta donde sé, lo común es comerlas crudas. No hay que cocinarlas ya que se perderían las cualidades que más nos gustan. Se parecen en sabor y textura a las castañas de agua, pero para mí las jícamas son más refrescantes, crocantes y dulces.
Hay de varios tamaños, lo que no afecta su sabor. En México hay jícamas baby muy lindas, pero no las he encontrado aquí. Una vez que les quitas la cáscara dura, parecen un coco. La cáscara es muy fibrosa y debes quitársela antes de comerla. Hay que pelar bien la jícama para que no quede una capa blanca delgada y fibrosa que no se come. Por dentro, son blancas y húmedas.
Son una botana muy popular en México, una muy sana porque no tienen grasa, tienen mucha proteína y son sustanciosas y fáciles de digerir. Se pueden comer solas o combinarlas con otras verduras o frutas, con jugo de limón fresco, sal y chile en polvo como el piquín o salsa de chile como Buffalo o Valentina, entre otros. También se usan mucho en ensaladas.
Las últimas veces que he ido a México, he visto que se usan en versiones vegetarianas de tacos y enchiladas, en las que una rebanada grande y delgada de jícama sustituye a la tortilla.
Cuando vayas a comprar jícamas, busca las que estén duras con la cáscara seca. En casa, refrigéralas hasta que las vayas a usar. Pero no tardes mucho en usarlas porque se ponen aguadas y ya no saben bien. Si después de pelarlas la pulpa ya no es blanca sino de color café claro, ya estarán pasadas. Después de pelarlas y rebanarlas, refrigéralas tapadas o se secarán muy rápido.
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