Cuando me preguntaron recientemente si colecciono algo, pensé en la vitrina de mi abuela donde guarda cientos de figuritas de elefantes, unas de hace más de 60 años, de todos los lugares posibles, y sigue aumentando la colección. Así que respondí que no.
Unos días después me di cuenta de que si soy una coleccionista: de comida que he probado en mi vida, o al menos de los recuerdos que me trae, especialmente de las salsas. Tengo muchísimos papeles en mi escritorio con los nombres de salsas, el lugar donde las comí, sus ingredientes, los chefs que las prepararon y las recetas para prepararlas que fueron generosamente compartidas.
Cuando me apetece, busco el papel exacto que puede estar en un abrigo, bolsa o cajón; o me siento con los ojos cerrados y trato de recordar la sensación que me produjo esa salsa. Si nada de eso funciona, invento una.
Si ahorita les abriera mi refrigerador, verían que siempre tengo alguna salsa ya que mi esposo siempre me pide una, pero, pero también porque las salsas pueden transformar cualquier comida. Para mí, son uno de los elementos excepcionales de la cocina mexicana: deliciosas, flexibles y versátiles.
Entre muchas otras posibilidades, se las ponemos salsa al arroz, a los frijoles, a las papas, a la carne, al pollo, a los mariscos, a las verduras, dentro y fuera de muchos platillos como tacos, quesadillas, enchiladas y otros antojitos, en pan tostado o directamente a la boca.
Ni siquiera puedo adivinar la cantidad de salsas que hay en México; seguro me equivocaría, ya que la cocina mexicana continúa evolucionando. Si puedo decir que si tuviera que darles a ustedes una salsa diferente cada mes por el resto de mi vida, no acabaría.
Las salsas se pueden comer todo el día, y se siguen saboreando después de la media noche en los puestos callejeros en México, y algunos en Los Angeles donde sirven las salsas de receta secreta en los antojitos y platillos rápidos. A los trasnochados les encantan.
Algunas salsas llevan decenas de ingredientes, y su preparación es laboriosa. Otras sólo llevan algunos ingredientes y se hacen en minutos. Estas últimas son perfectas para el verano.
Dentro de mi colección, tengo tres favoritas que no necesitan cocinarse: la salsa de tomate verde crudo con chipotle, la salsa con aguacate y queso fresco, una deliciosa salsa de mango con plumas de cebolla morada, jalapeño y cilantro picado y la versátil salsa de chile ancho, que dura meses en el refrigerador.
Por favor compartan conmigo sus comentarios sobre estas recetas, o compartan conmigo cualquier cosa relacionada con comida que encuentren por ahí. Colecciono todo.
Artículo publicado en el Washington Post el 5 de agosto del 2009.
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