No había escuchado hablar de Thanksgiving hasta que me mudé a Texas. Aún así, preparé mi primera cena de Acción de Gracias en el frío otoño de 1997, en Dallas. Me inspiraron las revistas brillantes de comida, los libros de cocina y los programas de TV. Quería también introducirme de lleno en la experiencia norteamericana, por lo que me puse a hornear y cocinar y mientras añoraba la comida que prepara mi familia. Me tomó años de vivir en los Estados Unidos para comprender la profundidad y la calidez tanto de la celebración como del menú.
15 años después, la cena de Thanksgiving es una parte tan importante de nuestras vidas, que si regresamos a México, la tradición se va con nosotros, aunque la conexión no se dio de inmediato. Poco a poco, surgieron elementos que resonaron conmigo, como el pavo, un ingrediente originario de la cocina mexicana y el plato principal tanto en Navidad como en Año Nuevo. Ambas celebraciones de final del año, en la temporada más fría, reúnen a familiares y amigos alrededor de una mesa basta y generosa para ser agradecidos y tener esperanza.
Pobré muchas versiones del pavo, y no fue sino hasta que dí con mi propia versión mexicana (está en mi nuevo libro, vayan por el suyo), que Thanksgiving fue parte de nuestro hogar y nuestras raíces se arraigaron en los Estados Unidos.
Ahora mi pavo mexicano es parte indispensable del menú, y lo comemos cada año con nuestros queridos amigos, junto con la sopa de calabaza de Debra, la ensalada de hinojo, pera y parmesano, los acompañamientos cambiantes de Sean (ya que mi pavo sustituyó el suyo, ahora prueba con otros platillos, pero Sean, tú elegiste el mío), la salsa de arándanos de Viviana y Mario y el pay de chocolate y nueces y los helados caseros de David.
Este año también voy a compartir las rueditas de camote.
El menú de Thanksgiving tiene un aspecto permanente: hay platillos que se repiten durante años y muy pocos se añaden o se reemplazan. Espero que el destino de las rueditas de camote sea el mismo que el de mi pavo y que se queden en el menú.
Estoy muy familiarizada con los camotes, igual que con el pavo. En español, camote viene del Náhuatl Camotli, y han sido parte de la cocina mexicana desde tiempos prehispánicos. Usualmente se comen con azúcar o en algún tipo de postre.
Culturalmente se vinculan con el camotero, un vendedor callejero que vende en su carrito camotes y plátanos macho horneados y camina en las calles durante las tardes frías, antojando a más de uno con su su silbido fuerte.
Aquí en los Estados Unidos, he creado una versión salada e irresistible que va muy bien con lo que quieras servir para Thanksgiving y que alegrará toda la comida. Lo mejor es que es un platillo fácil de preparar y que no contribuirá al estrés del día. Sólo se necesitan cuatro ingredientes y se puede comer caliente, tibio o frío.
Rebana los camotes; lo puedes hacer desde antes. Úntalos con una combinación de mantequilla sin sal derretida y aceite de oliva.
Espolvorea generosamente el chile molido que te guste en ambos lados.
Las rueditas de camote se acabarán pronto, así que hornea bastantes, ya que son delgadas y suaves, con un interior dulce, y ligeramente doradas por fuera, con el chile apenas picante y agridulce.
Durante esta época recuerdo qué tan mexicana puedo ser en los Estados Unidos, y qué tanto me he adaptado a este país, lo que agradezco inmensamente.
Vengo de abuelos mexicanos que alguna vez fueron inmigrantes también, e hicieron su hogar en México. Extraño a mis padres y familia mexicana, y ahora tengo una familia mexicano-americana en los Estados Unidos. Ahora lo entiendo, no me pueden encasillar y me encanta la diversidad en la que vivo.
Les deseo un Thanksgiving pleno y feliz, con un toque extravagante.
Ingredientes
- 1 kilo de camotes
- 2 cucharadas de mantequilla sin sal
- 2 cucharadas de aceite de oliva
- 1 cucharada de chile ancho o chipotle molido
- 1 cucharadita de sal
- 1 cucharadita de azúcar morena o mascabada
Para preparar
- Enjuaga y pela los camotes. Rebánalos en rodajas de 1/2 cm de espesor.
- Pon las rejillas del horno en la parte más alta y en la más baja. Precalienta el horno a 200 C.
- En una olla pequeña, calienta la mantequilla a fuego bajo hasta que se derrita. Una vez que se derrita, vierte el aceite de oliva, revuelve y retira del fuego.
- Unta la mezcla dos charolas para hornear grandes. Acomoda las rueditas de camote en las charolas en una sola capa. Unta la parte de arriba con la mezcla de mantequilla y aceite. En un recipiente pequeño, mezcla el chile molido, la sal y el azúcar. Espolvorea los camotes generosamente con la mezcla. Voltea las rueditas y espolvorea el otro lado también. Hornea durante 20 minutos, o hasta que se empiecen a dorar. Saca las charolas del horno. Con unas pinzas o un tenedor, voltea las rueditas de camote. Hornea de 12 a 15 minutos más, hasta que se hayan dorado por ambos lados. No dejes que se quemen.
- Sácalas del horno. Conforme se enfríen, las orillas se van a secar un poco. Sírvelas calientes o frías, de cualquier forma son deliciosas.
Comentarios
0comentarios enRueditas de Camote